miércoles, 21 de agosto de 2013

Sonorama 2013 (La introducción)

Debería estar prohibido morirse sin conocer el Sonorama...
Puede no gustarte la música, o el vino, o el cordero, la morcilla de Burgos, o soñar con los ojos abiertos, pero si respiras deberías tener curiosidad por saber porque much@s, en este país, pensamos que la vida es eso que pasa entre Sonorama y Sonorama.
Evidentemente,  no soy objetivo, porque en Aranda conocí a la mujer de mi vida, y con ella a gente maravillosa que ha ido cambiando mi visión negativa del momento en estos 3últimos años de segundos cada día más felices. Si creéis en los cuentos de hadas, sabréis que no hay historia posible sin claveles, piscinas de juguete llenas de dragones, una plaza llena de trigo (y vino) para que el nudo de la historia tome cuerpo, bodegas bajo tierra, valses transformados en canciones de Xoel, Igloo, Belle and Sebastian que los nenes bailan al son que los niños-grandes marcan con sus cachis de Ribera de Duero en la mano y emociones que todos tratan, sin éxito, de contener ante escenarios enormes, autobuses flotantes y tablas donde las futuras estrellas empiezan a brillar.
El Belén furgonetero ya tiene reyes magos, pastores de los lugares más recónditos de la geografía española, corderos (bien asados claro), camarer@s que nos reconocen como a un cliente habitual y caseras que nos dejan la llave de su casa con la confianza de quien tiene la sensación de conocerte de toda la vida.
Y yo, tengo un puñado de amig@s nuev@s y un sinfín de grupos nuevos con los que entretenerme mientras llega el siguiente Sonorama...


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